Diciembre y la Navidad me ponen melancólico. Añoro la Nochebuena en la casa paterna olorosa a pino, a velas y a ponche de guayaba. La cena que mamá y papá aliñaban en asombrosa sincronía y el alborozo interminable de la parvada de hermanos y primos.
Noviembre fue un buen mes para que Edmundo Valadés partiera. El otoño era su temporada. Sus grandes aventuras, todas las que merecieron ser contadas, fueron en otoño. Generosidad del destino: la más grande, la única cierta, también le llegó en otoño y entonces le dijimos hasta luego… hasta que nuestro propio otoño nos alcance. Esto fue hace 28 años, en 1994, un 30 de noviembre.
Se tiene la idea más o menos generalizada de que el escritor es un artista, un creador que persigue un fin superior y que si se pone al servicio de “causas políticas” o decide convertirse en un “luchador social” entra en un pantano y corre el riesgo de que sus creaciones dejen de ser literatura.
En la Navidad de 1888 en un pueblecillo de la alta California, en el seno de la tribu de los indios luiseño, nació una niña a quien pusieron por nombre Bonita y como patronímicos Wa Wa Calachaw. Aún bebé fue adoptada por una acaudalada neoyorquina y creció en Manhattan, lejos de sus raíces, dividida su identidad entre el mundo sajón y el de los pueblos nativos de América del Norte.
Están por cumplirse 85 años de uno de los episodios más repulsivos y dolorosos en los anales del nacionalismo imperialista: la masacre de Nankín meticulosamente organizada y ejecutada por el Imperio del Sol Naciente.
John B. Thompson pertenece a una generación de sociólogos que ha refrescado el estudio de los medios y la comunicación con la relectura y el reexamen de escuelas tradicionales, en terrenos que el establishment académico evitaría con un dejo de disgusto. Tal es el caso de su teoría del “escándalo” en los medios.
Este noviembre es el 86 aniversario del natalicio y el 16 de la muerte de uno de los grandes periodistas mexicanos de nuestro tiempo, Jesús Chucho Blancornelas.
Lázaro Cárdenas murió el lunes 19 de octubre de 1970. Curiosidades de la historia: en esa misma fecha 25 años antes, falleció su mentor distanciado, Plutarco Elías Calles. Y en la misma, 55 años atrás, El chamaco y el Jefe Máximo se conocieron en Sonora, el mismo día en que el gobierno de Estados Unidos reconoció al gobierno de Venustiano Carranza.
Publico la columna “Juego de ojos” semana a semana desde 1997. Tomé prestado el nombre al gran Elías Canetti, premio Nobel de literatura 1991. Este búlgaro sefardita, uno de los pensadores renacentistas de nuestro tiempo, fue, para mi, la encarnación del “deber moral de ser inteligente” del que nos hablaron John Erskine y Lionel Trilling.
“Juego de ojos” es una mirada sin compromisos a la vida desde mi propio observatorio.
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